Los dogmas de la medicina

Los dogmas de la medicina

DISCUTIENDO LOS DOGMAS DE LA MEDICINA (1)

«Solo el error necesita del apoyo del Gobierno. La verdad se mantiene por si misma». Thomas Jeffers.

La teoría de la Infección es un cuento de «hazañas bélicas» por la cual, la salud supone una constante defensa frente a los microbios a la espera de que se nos bajen las defensas para invadirnos. En caso de que se nos cuele un microbio dentro, el cuerpo responde con ejércitos de glóbulos blancos que intentan controlar el atentado. Los médicos vienen en auxilio del cuerpo poniendo en la circulación sanguínea los antibióticos para matar los patógenos. La medicina considera el contagio como causa de la enfermedad y al introducir el germen, como con las vacunas, el cuerpo produce anticuerpos para neutralizar los patógenos, que si nos quieren volver a invadir, son neutralizados enseguida y así, evitar la enfermedad.

El microbio no produce la enfermedad, aparece cuando ya estás enfermo como consecuencia de la destrucción celular acelerada de una inflamación, que no es más que un proceso de desintoxicación, por el que el organismo descarga los excesos de porquerías acumuladas en su interior. Los microbios podrían ser, más que la causa, la consecuencia de la enfermedad. Esta confusión es similar a considerar la violencia y la delincuencia como causantes del deterioro social, en vez de reconocer que son una consecuencia más del deterioro social existente.

Las causas de las enfermedades serían más bien todo aquello que atenta a las leyes vitales y que agobia nuestros cuerpos: el consumo excesivo, el consumo inadecuado, el trabajar por dos, la represión sexual o la superactividad sexual, la pobreza o la estrechez

económica, el paro, las malas condiciones de vivienda y trabajo, la angustia, las preocupaciones, la incomunicación, el descanso insuficiente, las temperaturas extremas, la falta de ejercicio físico o matarse haciendo deporte… Normalmente estos procesos defensivos se malentienden y se combaten como dañinos, camuflando y cortando la fiebre con antitérmicos, la inflamación con antiinflamatorios y antibióticos. Estos tratamientos, al atacar a las reacciones defensivas del cuerpo, favorecen que las enfermedades se hagan crónicas.

Para cuando Koch descubrió el vacilo de la tuberculosos en los enfermos, la enfermedad se había reducido a la mitad. Y para cuando se abrieron los sanatorios, se había reducido las ¾ partes. El mismo Pasteur, al final de su vida, reconocía que «el germen no es nada, el terreno lo es todo». No fueron los antibióticos y las vacunas las que consiguieron reducir la tuberculosis y otras enfermedades, sino la lucha de la clase trabajadora que consiguió mejorar las condiciones de vida.

Cargando con la culpa de nuestras enfermedades a los microorganismos, lo que hacemos es quitarnos responsabilidades de encima. Engañarnos con la idea de que la solución de nuestros males está en las varitas mágicas cargadas de antibióticos y vacunas que inventan los maravillosos científicos en sus laboratorios, se ocultan las auténticas causas y se evitan esos cambios amplios y profundos que tanto estamos necesitando.

DISCUTIENDO LOS DOGMAS DE LA MEDICINA (2)

La historia de la Medicina, como la de la Iglesia, es la historia del dogmatismo. A la medicina, preocupada por la perpetuación de sus privilegios, le trae sin cuidado denunciar las causas de la enfermedad en la población. Defienden el estado de cosas existente a base de medicamentos por lo que, cuando el cuerpo maltratado se rebela y protesta enfermando, es considerado como una desviación patológica contra la que el médico se verá obligado a intervenir y reprimir.

Las instituciones médicas atribuyen a determinadas enfermedades un origen infeccioso y este dogma ha prevalecido muchísimo tiempo retrasando con ello las soluciones, fracasando y empleando ingentes recursos humanos y económicos durante muchos años que causan la muerte de millones de personas en el mundo. Así ha pasado durante tantos años con el cáncer, que se atribuía a cierto tipo de virus, para al final imponerse que ¡el cáncer no es contagioso!, al igual que ha pasado después con el SIDA.

La Higiene, como cultura popular, es el arte de vivir de una forma sana, frente a la medicina que menosprecia los cuidados y las medidas de higiene simples y poco costosas que tendrían una eficacia indudable contra las afecciones corrientes que constituyen el 95% de las dolencias. A la clase médica no le hace ninguna gracia que colectivos de usuarios y consumidores asuman el papel de defensores de la salud pública, pues con ello se abriría una brecha en el monopolio de su profesión en materia de salud y enfermedad.

En una sociedad consumista, las teorías y prácticas médicas también serán consumistas. Toda teoría que no cuestione lo establecido y aumente el consumo de algo será favorecida. Aún así, un número creciente de médicos e investigadores dudan de la eficacia de las vacunas, admitiendo en privado su rechazo, prefiriendo pasar desapercibidos y no haciéndolo público ante el peligro de la pérdida de subvenciones.