Stefan Lanka virus un error de interpretación

Stefan Lanka virus un error de interpretación

VIRUS, UN ERROR DE INTERPRETACION

Artículo: Dr. Stefan Lanka

Este artículo en audio

Stefan Lanka es un virólogo y biólogo alemán, nacido en Langenargen. Estudió en la Universidad de Coblenza y realizó el aislamiento del virus Ectocarpus silicosus a partir de algas marinas.

Es distinto a lo que la mayoría cree. ¡No existe tal cosa como un virus causante de enfermedades! Las suposiciones acerca de la existencia de los virus se basan en malas interpretaciones que hemos venido arrastrando históricamente y no en engaños o malas prácticas deliberadas como yo mismo había supuesto anteriormente.

Actualmente existen nuevos y mejores hallazgos “científicos” que explican el origen, tratamiento y prevención de todo tipo de enfermedades, no solo las “virales”.

Incluso, fenómenos tales como la aparición simultánea o próxima en el tiempo de síntomas que hasta ahora habían sido interpretados como consecuencia de contagio mediante la transmisión de patógenos, pueden ser explicados desde otra perspectiva gracias a estos nuevos hallazgos. El resultado es una nueva concepción de la vida, que realmente viene de antiguo y de la integración cósmica de todos los procesos.

Esta “nueva” o mejor dicho redescubierta, manera de ver las cosas solo pudo surgir fuera de la ciencia”, entre otros motivos, porque los implicados en las instituciones científicas no cumplen con el primer y más importante deber científico, que no es otro que cuestionar y dudar constantemente de todo. De otra manera, ya hubieran descubierto que las interpretaciones erróneas no solo llevan bastante tiempo construyéndose, sino que, además, gracias a los procesos “anticientíficos” ocurridos en los años 1858, 1953 y 1954, se han convertido en un dogma.

La transición hacia una nueva explicación de la salud, la enfermedad y la curación solo será posible cuanto todos los terapeutas y científicos implicados puedan mantener su reputación intacta con ello.

Existen explicaciones, tanto desde el punto de vista histórico como desde la nueva concepción de la biología y de la vida, para todo tipo de emociones, de ignorancia y de comportamientos. Esta es la segunda buena nueva. La reversión y el perdón son más efectivos cuando mejor se puedan comprender las cosas y aprender para el futuro.

Me consta que para mucha gente puede ser difícil de aceptar intelectualmente la explicación de la realidad que ofrezco en este artículo; concretamente para aquellos directamente implicados en el tema, como son los médicos, los virólogos o aquellos empleados en el sector de la salud en general y en especial para aquellos afectados por diagnósticos erróneos o que debido a estos hayan perdido seres queridos. La propia dinámica de las teorías de la infección, como en el caso del SIDA, BSE, SARS, MERS, Corona y las diversas gripes animales, puede desembocar en el colapso del orden público.

Por tanto, pido por favor que todos aquellos que lleguen a descubrir los hechos concernientes a la “no existencia” de los supuestos virus, traten el tema de una manera lo más más sistemática, objetiva y desprovista de emociones posible.

LA SITUACION EXISTENTE

Todas las suposiciones que identifican a los virus como agentes causantes de «enfermedades» no son correctas y se basan en errores de interpretación fácilmente reconocibles, comprensibles y demostrables. Las causas reales de las «enfermedades» y de aquellos fenómenos adscritos a los virus ya han sido investigados y están al alcance de todos. En lugar de trabajar con virus, todos los científicos en el laboratorio trabajan con componentes típicos de células o de tejidos que están muriendo. Ellos creen que dichas células y tejidos mueren porque han sido infectados por un virus. En realidad, esos tejidos y células de “laboratorio” están muriendo de envenenamiento e inanición como consecuencia de las condiciones metodológicas requeridas por el ensayo.

En sus ensayos, los virólogos retiran la solución nutritiva en la que conservan a las células y tejidos y los envenenan con antibióticos tóxicos para después exponerlos a sangre, saliva y otros fluidos corporales presuntamente infectados. Ellos creen de esa manera que la muerte de las células y tejidos es provocada por los virus, pero en realidad ha ocurrido por sí misma sin la intervención de material “infectado” alguno. ¡Los virólogos no han caído en la cuenta de esto!

Según la lógica científica, deberían de haberse llevado a cabo necesariamente pruebas de control con este nuevo método descubierto para la supuesta multiplicación de virus, mediante las cuales descartar que el método mismo haya sido el que haya generado dichos resultados o los haya distorsionado. En estas pruebas adicionales, las pruebas de control, deberían haberse adicionado sustancias estériles o tejidos sanos de personas y animales a las moribundas células y tejidos bajo investigación.

¡Estas pruebas de control jamás se han llevado a cabo en esta “ciencia” hasta hoy! En el marco del proceso judicial del virus del sarampión, encargué a un laboratorio independiente la realización de estas pruebas de control, con el resultado de que los tejidos y las células murieron de manera idéntica a como lo habrían hecho si hubieran entrado en contacto con material supuestamente infectado. El objetivo de las pruebas de control es descartar que el método o técnica empleado sea el que genere el resultado. Las pruebas de control son la máxima obligación y el fundamento exclusivo según el cual un resultado pueda ser considerado científico. Como veremos más adelante, durante el proceso judicial sobre el virus del sarampión, el perito elegido por el jurado determinó que las publicaciones científicas sobre las que se fundamenta toda la virología no contienen ningún tipo de prueba de control. De ahí extraemos la conclusión de que los científicos implicados actúan de manera muy poco científica sin percatarse de ello.

La explicación de esta manera de proceder, incompatible con cualquier pretensión científica, tiene un punto de partida histórico. En junio de 1954 fue publicada una especulación contradictoria y anticientífica, según la cual se consideraba la muerte de células y tejidos en un tubo de ensayo como un posible indicio de la presencia de un virus.

Seis meses después, el 10-12-1954, el autor de esta deliberación recibió el Premio Nobel de medicina por otro tema distinto y de naturaleza igualmente especulativa.

Con esta distinción, la especulación de junio de 1954 fue elevada al rango de hecho científico y hasta hoy no ha sido cuestionada.

DESDE ENTONCES, LA MUERTE DE CÉLULAS Y TEJIDOS EN UN TUBO DE ENSAYO SE

CONSIDERA COMO PRUEBA DE LA EXISTENCIA DE LOS VIRUS.

LOS INDICIOS APARENTES DE LA EXISTENCIA DE VIRUS

Aún hay más. La muerte de tejidos/células también es descrita como el aislamiento del virus, ya que (presuntamente) se ha introducido a la muestra del laboratorio material de un organismo externo; sin embargo, en el sentido estricto de la palabra aislamiento, un virus nunca se ha aislado, nunca se ha representado como un todo ni se ha caracterizado bioquímicamente. Las fotos del microscopio electrónico muestran en realidad componentes normales de células y de tejidos muriendo.

Ya que los implicados solo creen que los tejidos y las células al morir se transforman completamente en virus, dicha muerte se describe también como multiplicación de los virus. Hasta hoy los implicados solo se limitan a creer, ya que el descubridor de este método publicó un artículo de fe que (gracias a su Premio Nobel) se convirtió en el referente. Esto será ampliado más adelante.

Esta mezcla sin purificar, compuesta por células y tejidos muriendo provenientes de monos o fetos de res y por antibióticos tóxicos, es catalogada como una vacuna “viva atenuadaapta para su uso, ya que aparentemente contiene virus debilitados. La muerte de tejido y células a causa de inanición y envenenamiento y no por una supuesta “infección” se interpretó y se sigue interpretando erróneamente como prueba de la existencia de los virus, así como prueba de su aislamiento o de su multiplicación.

De esta manera, la mezcla tóxica resultante, considerada como vacuna “viva atenuada”, contiene proteínas y ácido nucleico (ADN, ARN) ajenos al cuerpo humano, antibióticos citotóxicos, así como microbios y esporas de todo tipo. La vacuna se les administra a los niños en el hombro en una cantidad que, de ser inyectada en vena, podría causar la muerte con toda seguridad.

Solo en casos de desconocimiento absoluto y de confianza ciega en las autoridades estatales, que “prueban” y autorizan las vacunas, puede alguien describirlas como un “pequeño e inofensivo” pinchazo. Estos hechos demostrables constatan la peligrosidad y negligencia de aquellos científicos y políticos que alegan que las vacunas son seguras, que no causan efectos secundarios y que previenen contra las «enfermedades». Nada de esto es verdadero ni corroborable, al contrario, al mirar el tema de cerca desde una perspectiva científica, no se encuentra ninguna utilidad, solo confesiones sobre la falta de pruebas acerca de su utilidad.

De los componentes de células y tejidos muertos se extraen componentes específicos que son erróneamente interpretados como virus y conceptualmente añadidos a un modelo de virus. En la totalidad de la literatura “científica” nunca aparece un virus real y completo.

El proceso de construcción de un consenso con respecto a qué es y qué no es un virus enfrentó a los implicados en arduos debates que se demoraron décadas en el caso del virus del sarampión. En el caso del supuesto Coronavirus-2019 de China (renombrado entretanto a 2019-nCoV), este proceso ha tardado solo un par de clicks de ratón.

Partiendo de la sucesión molecular de pequeños fragmentos de ácido nucleico proveniente de células y tejidos muertos, cuya composición bioquímica ha sido previamente determinada, con un par de clicks de ratón y un programa informático se construye, según requisitos, un presunto material genético mucho más largo y en teoría completo, de un virus antiguo o nuevo. En realidad, estas manipulaciones, llamadas “Alignement” (procedimiento de alineación) no arrojan como resultado un material genético “completo”

de un virus, al cual se le denomina genoma.

Durante el proceso de construcción conceptual de la “cadena de material genético viral”, las secuencias que no encajan se “pulen” y las que faltan se completan. De esta manera se inventa una “secuencia de material hereditario” que ni existe, ni se encuentra como un todo, ni se ha verificado.

En resumen: de pequeños trozos, previamente ordenados dentro de un modelo de cadena de material genético viral, se construye conceptualmente un trozo más grande que en realidad no existe; por ejemplo, en la construcción “mental” de la cadena de material genético del virus del sarampión faltan, en los fragmentos de moléculas celulares bajo estudio, la mitad de las sucesiones moleculares que debieran representar un virus. Estas se generan bioquímicamente de manera artificial o directamente se inventan libremente.

Aquellos científicos chinos que en definitiva alegan que mediante determinados ácidos nucleicos, provenientes en su mayoría de serpientes venenosas, se ha podido construir el genoma del nuevo virus Corona 2019 de China son víctimas, como todos nosotros, de un desarrollo erróneo a escala global. Cuantas más cadenas de material genético “viral” sean inventadas, tantas más similitudes “coincidirán” con todo lo que hay.

ESTA EQUIVOCACIÓN TIENE UNA EXPLICACIÓN. GRAN PARTE DE LA CIENCIA ACADÉMICA FUNCIONA ASÍ: UNA TEORÍA ES INVENTADA, UNO SE MUEVE DENTRO DE ESA TEORÍA, SE LE DENOMINA CIENCIA Y SE PRESUPONE QUE ESTE ACTUAR REFLEJARÍA LA REALIDAD. LA REALIDAD ES QUE SOLO REFLEJA AQUELLA SUPOSICIÓN ORIGINAL.

LOS TEST DE LOS VIRUS

Ante la falta de pruebas de control, los involucrados hasta hoy aún no se han dado cuenta de que los test de detección de “virus” siempre detectan como “positivos” a un determinado número de personas en función de cómo de sensible se configure el procedimiento de la prueba o test. Para la comprobación del supuesto virus se emplea una plantilla que realmente no proviene de ningún “virus”, sino de los tejidos, células y suero (sangre sin componentes sólidos) fetal con los que se ha trabajado, provenientes principalmente de animales como monos y vacas.

Ya que estos animales y las personas son bioquímicamente muy parecidos, está claro que sus componentes, los cuales son erróneamente interpretados como “virus”, van a ser detectados en todas las personas por el procedimiento del test del virus. Algunos “virus” y sus respectivas vacunas (no el “virus del sarampión”) proceden de fetos abortados humanos. Resulta obvio que por un lado los test detectan únicamente moléculas presentes en cualquier ser humano; por otro lado, que las vacunas pueden desencadenar reacciones alérgicas muy peligrosas definidas como “enfermedades autoinmunes”. El empleo de suero fetal, considerado tejido líquido, ralentiza enormemente la muerte de las células y de los tejidos bajo estudio, hasta el punto de que sin su utilización los experimentos difícilmente podrían llevarse a cabo. Solo el empleo de suero fetal sirve a los científicos (ni el suero de seres vivos adultos ni ningún otro producto sintético es equivalente) y este no solo está altamente contaminado, sino que además se obtiene de la manera más cruel posible de fetos animales y de sus madres, sin anestesia alguna.

Contiene todos los tipos de microbios conocidos e imaginables, sus esporas y una cantidad desconocida de proteínas. De este suero fetal se obtienen (así como de tejidos de riñones de simios) los componentes que conceptualmente conforman el modelo de virus, que no existe en realidad y que la totalidad de la literatura “científica” nunca ha podido demostrar como un “virus” completo. De estas sustancias son las bases de las vacunas, lo que hace entendible porqué especialmente las personas vacunadas son más proclives a resultar “positivas” en todos los “test” de virus a los que se sometan. Los test

solo comprueban la presencia de los componentes animales de los supuestos “virus”, tales como proteínas animales y ácidos nucleicos que frecuentemente son idénticos o parecidos a las proteínas y ácidos nucleicos presentes en humanos. Los test virales, por tanto, no comprueban nada específico y en ningún caso la presencia de un “virus”, de manera que no tienen ninguna validez. Solo sirven, como en el caso del Ebola, VIH, gripe y demás, para causarle un shock paralizante a la persona, que por sí mismo puede llevarle a la muerte o a un tratamiento erróneo más o menos peligroso o mortal.

Cabe aquí mencionar que todas las pruebas de detección de un virus nunca dicen “sí” o “no”, sino que se configuran de manera que solo a partir de una determinada concentración se valora una muestra como “positiva”. De esta manera muchas, pocas o ninguna persona o animal pueden arbitrariamente resultar positivos en función de cómo se haya configurado el test. La dimensión de esta ilusión científica queda patente tan pronto como síntomas “normales” son descritos como SIDA, BSE, gripe, SARS, sarampión, etc. exclusivamente cuando se presenta un resultado “positivo” de un test.

Hasta 1952 creían los virólogos que un virus era una proteína o una encima tóxica, directamente venenosa y que de alguna manera se multiplicaba dentro del cuerpo humano y se propagaba entre humanos y animales. La medicina y la ciencia descartaron esta idea en 1951, ya que los supuestos virus nunca fueron visibles bajo el microscopio electrónico y, ante todo, porque sí se llevaron a cabo pruebas de control. De esta manera se reconoció que también en la descomposición de los órganos y tejidos de animales sanos se generaban los mismos deshechos que anteriormente se catalogaban como “virus”. La virología se había contradicho a sí misma y se había rendido.

La mujer de Francis Crick, posteriormente galardonado con el Premio Nobel, dibujó en 1953 una doble hélice y la publicó en la famosa revista científica Nature como un presunto modelo científico de un material genético, lo cual desencadenó un revuelo y una expectativa con muchas consecuencias posteriores y dio origen a la llamada genética molecular. Ahora se buscaban las causas de las «enfermedades» en los genes.

LA IDEA DE LO QUE ERA UN VIRUS CAMBIÓ DE LA NOCHE A LA MAÑANA: YA NO ERA UNA TOXINA, SINO UNA SECUENCIA GENÉTICA PELIGROSA, UN MATERIAL HEREDITARIO, UNA PELIGROSA CADENA DE MATERIAL GENÉTICO VIRAL.

Fueron químicos jóvenes los que fundaron la nueva virología del gen, que no tenían ni idea de biología ni de medicina, pero contaban con recursos ilimitados para investigar. Ellos mismos no sabían que la vieja virología se había rendido.

Hace más de 2,000 años dijo Jesús: “perdónalos, porque no saben lo que hacen”. En el año 1995 pusimos la pregunta de la demostración y publicamos las respuestas, podemos añadir: porque no pueden admitir que lo que han aprendido y practicado no es cierto, aún más, que es peligroso para la salud.

HASTA LA FECHA NADIE HA TENIDO LA AMPLITUD DE MIRAS NI EL VALOR DE DECIR LA VERDAD Y SE HAN DESARROLLADO TODO TIPO DE CONCEPTOS CARENTES DE DEMOSTRACIÓN CIENTÍFICA ACERCA DEL “SISTEMA INMUNITARIO” O DE LA “EPIGENÉTICA” PARA SOSTENER UNAS TEORÍAS INVENTADAS Y AJENAS A LA REALIDAD.

En 1858 se elevó al rango de dogma la teoría de las células y de la «enfermedad» causada por un veneno (lat. Virus) de Virchow y de ella se derivó por primera vez, por lógica forzosa, la idea de un virus no definido. Después se originó la idea de las bacterias como causantes de «enfermedades«, luego la idea de las toxinas bacteriales, posteriormente la idea del virus-toxina hasta la renuncia de dicha teoría en 1952.Lanka

Desde 1953 se desarrolló la idea del virus-gen a partir de la idea original de Virchow del veneno causante de «enfermedades» y esta sirvió como base para la elaboración de la teoría de los «genes cancerosos». La “guerra contra el cáncer” se fundamentó durante la era Nixon y posteriormente la idea del gen capaz de cualquier cosa. Todas las ideas acerca de los genes fueron completamente contradichas en el año 2000, cuando se publicó con datos incoherentes el llamado Proyecto Genoma Humano con la ridícula afirmación de que había podido descifrarse todo el genoma humano aún cuando más de la mitad tuvo que ser inventado.

Hasta hoy, la población no es consciente de que los académicos implicados muy difícilmente van a reconocer parte de su culpa en estos desarrollos erróneos con tan enormes repercusiones.

LOS MAL LLAMADOS BACTERIOFAGOS

Los llamados bacteriófagos o fagos fueron el modelo para la idea (desarrollada en 1953) del virus-gen en el cuerpo humano, los animales y las plantas. Su existencia se conocía desde 1915, pero no fue hasta la introducción del microscopio electrónico en 1938 cuando se pudo fotografiar a estos fagos, aislarlos completamente como partículas, determinar y caracterizar bioquímicamente todos sus componentes de una vez. El aislamiento, que conlleva concentrar las partículas y separarlas de todos los demás componentes para posteriormente fotografiarlas en dicho aislamiento y caracterizar dichas partículas aisladas químicamente, nunca se ha llevado a cabo con los supuestos virus que afectan a humanos, animales y plantas por el mero hecho de que no existen.

Los investigadores de bacterias y fagos que, por el contrario, sí trabajan con estructuras reales, son los que aportan el modelo de cómo podrían verse los virus que afectan a personas, plantas y animales. Estos “especialistas en fagos” han pasado por alto en la caracterización de estos fagos como devoradores de bacterias, que el fenómeno de la creación de estas partículas no es más que un efecto extremo del cultivo de bacterias de manera endogámica en laboratorio.

Este efecto, la formación y liberación de fagos (devoradores de bacterias, alias virus de las bacterias), no se encuentra en bacterias auténticas recientemente obtenidas de organismos o del entorno. Las bacterias no cultivadas se transforman en las conocidas como formas de supervivencia, las esporas, cuando a dichas bacterias se les retiran lentamente las soluciones nutritivas o las condiciones de vida se vuelven imposibles. Esta forma de espora les permite sobrevivir largo tiempo o hasta “infinito”, de manera que una vez que vuelvan a darse las condiciones de supervivencia necesarias, de dichas esporas volverán a surgir automáticamente nuevas bacterias. Sin embargo, si estas bacterias son aisladas para luego ser repetidamente multiplicadas, pierden poco a poco todas sus cualidades y capacidades. Muchas de ellas mueren durante el proceso de cultivo endogámico, pero no automáticamente, sino que se transforman abruptamente en pequeñas partículas que, dentro de la concepción de la teoría del bien y el mal, son interpretadas erróneamente como bacteriófagos.

En realidad, estas bacterias están constituidas por los “fagos” y se reconvierten nuevamente en estas formas de vida cuando las condiciones de supervivencia no son la idóneas. Günther Enderlein (1872–1968) describió este proceso de generación de bacterias a partir de estructuras invisibles, así como su evolución a formas más complejas y su vuelta a la etapa anterior. En base a estos motivos rechazó la teoría de las células, según la cual la vida procede de las células y está celularmente organizada.

Yo mismo, siendo un joven estudiante, aislé uno de estos “fagos” encontrado en un alga marina y en su momento creí haber descubierto el primer virus “inofensivo”, el primer “sistema de virus-huésped”.

La concepción de que las bacterias son organismos que pueden vivir autónomamente sin otros seres vivos no es correcta. De manera aislada mueren automáticamente transcurrido un tiempo. Los implicados no han caído en la cuenta de que tras el “aislamiento” exitoso de una bacteria una parte de la muestra se congela y se trabaja con ella durante décadas.

EL CONCEPTO DE LA BACTERIA, LA IDEA DE QUE PUEDE SER UN ORGANISMO VIVO AUTÓNOMO, ES UN ARTEFACTO DE LABORATORIO, ES UN ERROR DE INTERPRETACIÓN.

La suposición resultante de que las bacterias no mueren es también incorrecta. Las bacterias son inmortales únicamente cuando se encuentran en simbiosis con muchas otras bacterias, hongos y posiblemente con muchas otras formas de vida desconocidas o difícilmente caracterizables, como las amebas. Las amebas, las bacterias y los hongos crean esporas tan pronto como las condiciones de vida dejan de ser las óptimas y «despiertan» tan pronto como estas vuelven a un nivel óptimo. Si se compara con el ser humano se llega a la misma conclusión: sin un entorno vivo, del cual, y con el cual se pueda vivir, nada puede existir.

Esto va más allá. No solo la concepción antes mencionada se cae por su propio peso, también la idea y la suposición del hecho aparentemente comprobado de una materia muerta. Las observaciones y suposiciones de una “materia activa” (como los físicos la denominan) y animada es desestimada como vitalismo anticientífico; sin embargo, existen indicios de que todos los elementos, a los que la “opinión predominante” de la “ciencia” no les concede ninguna fuerza vital, se desarrollan desde la sustancia original de la vida: la sustancia de la membrana del agua. De los elementos se originan los ácidos nucleicos y en torno a ellos la vida biológica en forma de amebas, bacterias, tardígrados (osos de agua) y otras formas cada vez más complejas.

Hay dos saberes que fundamentan este enfoque. El primero puede uno verlo en sí mismo y en otros, en concreto que la vida biológica en forma de nuestro cuerpo es una materialización de unidades de conciencia.

Las interacciones y cambios concretos de nuestros órganos y la psique, causados por choques de información, como por ejemplo una palabra hiriente o liberadora, son entendibles y corroborables en uno mismo y en otros y permiten una cierta predecibilidad.

Con ello se cumplen los tres criterios de la caracterización científica. Estos conocimientos y este saber acerca de las interrelaciones nos libera de la mentalidad dualista de bueno-malo llena de miedo y de los consiguientes patrones de conducta.

Con esta iluminadora comprensión se explican los fenómenos de la «enfermedad», la «curación«, las crisis en los «procesos de curación», los bloqueos en dichas curaciones y los fenómenos de la sucesión de «enfermedades«, alias «contagios» en la antigua manera de pensar. ¡Virus, es hora de que te vayas!

La pesadilla de los científicos materialistas parece haberse hecho realidad: la materia, en apariencia inanimada, es materia animada y vital. El vitalismo, según el cual hay una fuerza vital inherente a todo, fue combatido por los filósofos griegos post Socráticos, Demócrito y Epicurio y por la Ilustración que se remitió y legitimó expresamente en ellos. La fundamentación explícita era evitar que se repitiera el abuso de la fe que se había dado a lo largo de la historia.

Hasta aquí todo bien. Los ilustrados obviaron, sin embargo, que al negar y desestimar como no cuantificable a la conciencia, al espíritu y sus áreas de efecto, se convirtieron ellos mismos de manera no intencionada en destructores de la vida y en enemigos mortales del hombre. Ellos adaptaron en su concepción materialista del mundo, punto por punto, todas las interpretaciones históricas del dualismo del bien y el mal, características de los filósofos, las religiones y los teóricos del estado.

Estas interpretaciones del bien y el mal, descubiertas y descritas por Silvio Gesell (en el campo de la medicina) y por Ivan Illich (en general), se incrementan constantemente por motivos de beneficio económico, con consecuencias fatales. Nuestro sistema monetario, con su inherente imposición de crecimiento constante y creciente, genera catástrofes cíclicas y conlleva ganadores cada vez más poderosos y simultáneamente pobreza y miseria crecientes.

Los implicados, que desconocen los obstinados y matemáticos mecanismos propios del sistema monetario, interpretan esto como la existencia de un principio independiente de maldad. Las personas éticamente puras del lado de los ganadores entienden sus ganancias, inevitablemente generadas, como gracia o elección divina. Esto no solo fue la base del maniqueísmo (Mani = fundador de la religión, sus seguidores = maniqueos), sino que además fue y es la fuerza de empuje de los aspectos peligrosos y las repercusiones de la industrialización, como ya detectaron Max Weber y otros.

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