La guerra de las vacunas

La guerra de las vacunas

LA GUERRA DE LAS VACUNAS* (1)

Hay 7 coronavirus capaces de infectar a humanos y son los mismos virus que los de la gripe. Al último de ellos, el del covid, para meter miedo y diferenciarlo del resto, se le llamó Síndrome Respiratorio Agudo Severo, aunque causa una mortalidad menor que muchos de los anteriores. La propia OMS considera al covid-19 como una enfermedad «flulike» o sea, similar a la gripe.

La gripe española de 1918, el Ébola y el covid se originaron primero entre los cerdos (gripe porcina), luego entre los pollos y gallinas (gripe aviar) hasta que saltó a los humanos; agravado por la ganadería intensiva, con los animales hacinados en macro-granjas, que sobreviven gracias a antibióticos y vacunas y agudizado por la creciente urbanización, productos ambos del desarrollo capitalista de las últimas décadas.

El virus de covid es 20 veces menos letal que el de la gripe de 1918. En España, la pandemia actual es comparable a las gripes de los años 1957-58 o 1968-70. Del total de personas infectadas, entre un 50-80 % no tienen apenas síntomas y solo un 1% necesita cuidados intensivos.

Al contrario de lo que sostienen las autoridades sanitarias:

– Muchas personas que pasan la infección y tienen anticuerpos, al cabo de algunos meses estos pueden ser indetectables, sin que ello signifique que carezcan de inmunidad.

– Para defendernos del covid, no dependemos de la inmunidad adquirida con vacunas. Es mejor con la inmunidad natural, basada en nuestros anticuerpos.

La población ha aceptado medidas de dudosa efectividad, como el confinamiento, pues cuando la vida social se realiza en interiores hay mayores posibilidades de contagio. Según el Informe de pandata. org, en general, una mayor severidad del confinamiento y cierre ordenado por las autoridades no reducen los fallecimientos por covid-19. Si el contagio es bajo, se hace difícil sostener el miedo en la población y si el contagio es alto, se hace difícil demostrar la eficacia de las medidas adoptadas.

En esta pandemia ha habido una sobreestimación del número de muertos. En Europa, desde marzo de 2020, se incluyeron como covid todos los casos de gripe. No se distingue entre infección y enfermedad; muchas personas han muerto «con» covid, no «de» covid. El virus no es la causa, es el desencadenante. Todos los fallecidos que dieron positivo al covid, se registran como muertos por coronavirus, cuando 3/4 partes de estos fallecidos lo fueron por otras dolencias que ya padecían (neumonía, diabetes, un pasado con cáncer, obesidad o ser fumador).

Cada año mueren en el mundo casi 60 millones de personas. Según se ve en el Gráfico, gran parte de estas muertes son evitables con agua potable, buena alimentación y mejora de las condiciones de higiene. Una humanidad que viene aceptando año tras año y sin grandes complejos, millones de muertes tempranas y evitables, ha sentido de repente que las muertes por covid son inaceptables y que se deben de evitar a toda costa.

* Texto entresacado del libro «Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo». Paz Francés, José R. Loayssa y Ariel Petruccelli. Ediciones El Salmón. Mayo.2021.

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Más del 86 % de los muertos por covid-19 en España son mayores de 70 años (en la gripe española, la edad media de los fallecidos era de 28 años) y mayoritariamente, mata a ancianos y/o a personas con patologías preexistentes, ambos con su sistema inmunitario disminuido. Aún así se fomenta la idea de que es una enfermedad muy peligrosa para todas las edades, creando un clima de terror infundado.

El encierro de ancianos en residencias propició su muerte.

Tienen 3 veces más posibilidades de morirse que los que residen en viviendas. En España las 2/3 partes del total de los fallecidos por covid fueron ancianos que vivían en residencias y geriátricos y en una cantidad muy superior a los ancianos que vivían con sus familias.

La masiva concentración en Occidente de mayores de 65 años en residencias u hogares comunitarios constituye un alarmante caldo de cultivo del virus. En Oriente hay muchas menos y en Japón, con niveles de longevidad superiores a los de Europa occidental, los ancianos suelen vivir con sus familias, y con menos medicación.

En España la gripe de 2017-18 ya produjo un desbordamiento en los hospitales y solo aparecía la noticia en notas breves de periódicos regionales. Sin embargo, ahora con la epidemia de covid viene en titulares y noticiarios hasta el infinito. La alarma, más que por la mortalidad, se produjo por el gran número de infectados que necesitaron una atención hospitalaria que el estado no tenía capacidad de atender. Colapso agravado por los recortes que ha tenido la sanidad pública en los últimos años.

Las hospitalizaciones implican un deterioro físico con la intubación precoz, los medicamentos experimentales y las infecciones secundarias por gérmenes hospitalarios, que contribuyen a aumentar los fallecimientos de los infectados o dejar en los sobrevivientes unas secuelas mayores que las causadas por el propio virus.

Países con menos tráfico de bienes y personas y fronteras más fáciles de cerrar y vigilar pudieron retrasar la entrada del virus y facilitar su control. En el extremo opuesto, están el norte de Italia, España, París, Londres, Nueva York… grandes mecas del turismo global y también centros económicos del capitalismo, con su densidad demográfica y hacinamiento urbano, como Montreal, San Paulo y Buenos Aires. Al contrario que en Italia y España, en Asia en general y sobre todo en Japón, se quitan el calzado para entrar a sus casas, no se saludan con besos, abrazos o apretones de mano y utilizaban desde hace muchos años la mascarilla ante el menor síntoma de fiebre o resfriado.

A diferencia de las grandes epidemias del pasado que afectaban más a los países pobres, la pandemia de covid-19 ha afectado más a los países «desarrollados», sin embargo, los sectores desfavorecidos de estos países «desarrollados» son más vulnerables al contagio y a padecer un cuadro más grave. La población no blanca de EEUU, debido a su hacinamiento y desnutrición, ha tenido proporcionalmente más fallecimientos por covid-19.

Los países más ricos nunca estarán seguros contra el covid sin revertir sus profundas desigualdades. Hay que desentrañar sus orígenes sociales, pues no se trata solo de una epidemia, sino de dos o más a la vez; la propia del coronavirus y las producidas por las condiciones estructurales preexistentes.

* Texto entresacado del libro «Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo». Paz Francés, José R. Loayssa y Ariel Petruccelli. Ediciones El Salmón. Mayo.2021.

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INFECCIÓN y CONTAGIO

La pandemia actual, como las epidemias de gripes habidas en España desde hace más de un siglo, presenta una evolución natural con subidas y bajadas en 2-3 fases de pocas semanas cuando su propagación desciende con la inmunidad que se va generando. Es un fenómeno natural que sucede, hagamos lo que hagamos, con independencia de las medidas a tomar. Desde los primeros casos, quienes han superado la enfermedad y quedan inmunes forman un «colchón»; no son personas contagiables ni contagiadoras por lo que sus contactos sociales son inocuos. No reconocer esta inmunidad de la población, sin intervenir las vacunas, forma parte de la estrategia del miedo y la desinformación.

Lo más probable es que el nuevo coronavirus no desaparezca, porque es inviable bloquear la trasmisión de un virus respiratorio tan transmisible como el del covid-19 y quede como endémico entre nosotros como es ahora la gripe común, o sea, como un catarro en la infancia que inmuniza el resto de la vida de las reinfecciones graves y que no precisa vacunarse cuando aparece una epidemia.

Al principio la OMS negaba que una persona con covid, pero todavía sin síntomas, pudiera infectar a otras cuando esta transmisión puede ser hasta en la mitad de los casos diagnosticados. En los casos leves, es muy baja la probabilidad de contagiar a otros más allá de la primera semana y quienes han pasado cuadros leves o no han tenido síntomas pueden generar pocos anticuerpos, pero suficientes para tener inmunidad.

En toda Europa se produce una caída en la velocidad de expansión del covid antes de que se hubiera puesto en marcha cualquier medida. En España, según el Ministerio de Sanidad, el promedio de personas contagiadas por un infectado, el llamado Número Reproductivo Básico- NRB, fue máximo el 5 de marzo, con 3,5 personas y bajó a 1,98 pers. el 15 de marzo (ver gráfico). La curva ya descendía 9 días antes del 14 marzo 2020 cuando se declaró el estado de alarma, y lo hacía por la propia evolución de la enfermedad, no por las medidas adoptadas. El confinamiento retrasó los contagios por un tiempo limitado, pues el virus estaba fuera esperando nuestra salida.

Otra cosa es que en ocasiones la curva de la pandemia coincida con alguna actuación de las autoridades sanitarias de forma que le sirva para probar su eficacia, como ha sucedido con el confinamiento. Es similar a cuando se adjudica la bonanza económica a la acción del gobierno, cuando es el ciclo de flujo, crisis y reflujo propios de la economía capitalista (y que ninguna autoridad controla).

Si el virus se transmite por contactos entre personas, reducir tales contactos debería disminuir necesariamente la transmisión viral.

Intuitivamente es así y para el sentido común es difícil creer lo contrario, pero el sentido común a veces engaña, como pensar que el sol da vueltas alrededor de la tierra o cuando se imagina al abusador como un sátiro desconocido que ataca a sus víctimas en las calles, cuando la realidad es que la gran mayoría de los abusos y agresiones tienen lugar en los hogares por la pareja, familiares o personas cercanas. Los medios ven el peligro en el paseante desconocido que nos cruzamos en la acera, con quien la probabilidad de contagio es realmente baja, en lugar de verlo con las personas conocidas que interactúan a diario.

El impacto mortal no depende de la cantidad de contagiados, sino de quiénes se contagian: 100 adolescentes, no producen fallecimientos, pues las relaciones al aire libre son básicamente inocuas y la probabilidad de contagio es bajísima, pero si fueran ancianos en una residencia, morirían 5 ó 6. Y es más probable contagiarse en el transporte público, una oficina cerrada, o un taller atestado de trabajadores.

Una PCR positiva te considera infectado con covid, aunque no padezcas ninguna afección ni presentes síntomas, declarando enfermo a alguien que no lo está. Esto sobreestima el número de infectados dando una idea incontrolada de la pandemia para mantener la tensión social.

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CONFINAMIENTO

Desde la pandemia de 1918-19 no se había establecido en el mundo un cordón sanitario como el creado en una provincia china que arrastró al resto del mundo a establecer un encierro masivo en los hogares. EEUU, Bélgica, Reino Unido, Francia y España adoptaron en 2020 confinamientos severos y prolongados y a pesar de ello (o debido a ello) fueron los países con más muertos por millón de habitantes atribuidos a la covid-19. Al contrario, Suecia y Bielorrusia, que no adoptaron confinamientos, presentan mejores cifras.

Dakota del Norte impuso mascarillas y restricciones al comercio y Dakota del Sur omitió ambas medidas, sin embargo, ambos tuvieron igual curva de la epidemia. En la isla de El Hierro, en Canarias, al no tener infectados, en lugar de controlar a los viajeros que entraron a la isla, se confinó a la población durante 8 semanas. La OMS calificaba, en nov. 2019, de ineficaces las restricciones masivas sobre una pobla- ción sana o sin síntomas de covid y sus previsiones para el año 2020 eran de unos 40 millones de muertos en el mundo: 2,5 millones en USA y de 500.000 en Inglaterra, en realidad fueron 4 – 0,6 y 0,129 respectivamente; quedará en los anales de los grandes errores científicos.

Los confinamientos han fracasado no por un incumplimiento de la población, como dicen los medios de comunicación. No se han presentado pruebas de su efectividad por lo que no se puede refutar algo que no existe. En España se ha encerrado 24 h. al día a personas contagiadas con personas que no lo estaban. Impedir la salida del domicilio es una medida desproporcionada que puede reducir algo la difusión de virus respiratorios, pero que si son severas agravan la situación sanitaria. Para conseguirlo sería necesario un prolongado

confinamiento total, cerrando todo, lo que produciría una tragedia inmediata, con efectos catastróficos sobre la economía e inasumible por la sociedad.

En EEUU y Europa la mitad de los fallecidos han sido personas institucionalizadas, principalmente en residencias de ancianos, por lo que es absurdo esperar que el confinamiento aliviara en esas instituciones la alta mortalidad. En los virus respiratorios no se obtienen mejores resultados con encerrar a todos, sino de saber a quiénes y cuándo deben hacerlo.

Los confinamientos se planifican según modelos matemáticos que han sobredimensionado la difusión de la pandemia, pues están basados en que todas las personas se mezclan de forma aleatoria y tienen la misma posibilidad de mezclarse con los demás, pero las personas se relacionan en círculos y la epidemia progresa en brotes localizados, y otras personas no contactan con el virus. Y hay que tener presente que en los países «desarrollados» los trabajadores de servicios esenciales son el 30% del total de trabajadores, un número suficiente para mantener el virus en circulación.

Es absurdo desaconsejar e incluso penar la vida al aire libre, pues en lugar de hacer un «botellón» los encuentros sociales se producen en viviendas o en locales cerrados donde se favorece el contagio. Tampoco tiene sentido restringir la vida de los niños y ado- lescentes que tienen un papel muy secundario en la pandemia, por su escasa mortalidad y su poco peso en la transmisión fuera del hogar.

La inmensa riqueza que se ha perdido a causa de estos cierres ha incrementado los gastos de los gobiernos, a la vez que disminuyen sus ingresos: en los países más ricos millones de personas han perdido sus empleos. Estos efectos colaterales provocan desempleo, pérdida de salarios, quiebra de empresas, etc. que se traduce en patologías físicas y psicológicas, como estrés, soledad, tristeza, impotencia y miedo que pueden causar en un futuro una epidemia de trastornos mentales.

Además, el aislamiento social incrementa el juego on-line y el consumo de alcohol y de substancias, etc. y favorece comportamientos no saludables que empeoran enfermedades existentes Por otra parte, en la Sanidad a causa del covid se produce una omisión de atención a otras patologías al posponer diagnósticos y tratamientos necesarios como los de cáncer. Prevenir es mejor que curar y a veces por evitar un mal presente se provoca un mal futuro. Con los confinamientos masivos se ha ocasionado más daño del que se pretendía evitar.

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«La verdad es hija del tiempo, no de la autoridad».Aulo Gelio, siglo II

POLÍTICA

En España no se ha abierto un debate científico sobre la pandemia del covid, algo que es obligado en las ciencias puras y que lo es aún más en una cuestión en la que intervienen la medicina, la psicología y la sociología. No ha habido participación de la ciudadanía sobre las medidas a tomar, las estimaciones y análisis de sus efectos secundarios, la ocultación de información, la manipulación de los datos y los grados de peligro.

La gestión gubernamental de esta pandemia-estafa ha sido infantilizadora, culpabilizadora y represiva, donde las voces críticas han sido silenciadas sistemáticamente. Una enajenación democrática sin precedentes que hace desvanecer la poca democracia que

quedaba.

Los sindicatos han quedado paralizados y la izquierda ha abandonado el discurso de los derechos dejándole todo el terreno a la derecha y a la ultraderecha, con Trump y Bolsonaro como el «policía malo» que legitima al «policía bueno», o sea a la industria farmacéutica, los medios de comunicación y las autoridades sanitarias quedando las fuerzas antisistema en una especie de limbo. Esta es la peor crisis económica y social de nuestro país en los últimos 120 años. Pero toda crisis es una oportunidad para alguien, en este caso para sectores del capital que tienen mucho interés en que la crisis se prolongue.

La credibilidad de cualquier medida depende de las razones y coherencia que la sustentan y el autoritarismo con que se ha afrontado la epidemia actual no tiene una justificación sanitaria. La salud (y los cuidados) no deben ser objeto de lucro capitalista. Nadie defendería hoy la legitimidad del mercado de esclavos; ha llegado la hora de cuestionar la legitimidad de los mercados de medicamentos.

La Organización Internacional del Trabajo estima que 1.600 millones de personas (la mitad de los trabajadores del planeta) han perdido o perderán sus medios de subsistencia a corto plazo. La ONU calcula que en esta pandemia 130 millones de personas podrían caer en la extrema pobreza en el mundo; una cantidad de pobres 30 veces mayor que el número de fallecidos (4,1 mill.) por covid-19, situación que terminará produciendo más muertos por inanición que por infección y no causadas por el virus, sino por las medidas adoptadas por los gobiernos.

En democracia nunca antes se había multado en España a tantas personas en tan poco tiempo, con las más altas tasas sancionadoras de Europa. En el primer estado de alarma fueron multadas 1,1 millones de personas, (un 50 % más de multas que las puestas por la Ley Mordaza a lo largo de sus 3 años de vigencia), aunque una mayor parte fueron después anuladas judicialmente.

Las sociedades desarticuladas toleran más fácilmente las medidas autoritarias que refuerzan una actitud social pasiva, aislada, temerosa y dependiente, reflejo y resultado de la sociedad que tenemos. Comprender lo que sucede es una tarea imprescindible.

* Texto entresacado del libro «Covid-19. La respuesta autoritaria y la estrategia del miedo». Paz Francés, José R. Loayssa y Ariel Petruccelli. Ediciones El Salmón. Mayo.2021.

VACUNAS*

«Es más fácil comprar la opinión de un deshonesto que corromper a una persona honrada». Dr. Francisco Salmerón.

No se puede estar a favor o en contra de las vacunas, como no se puede estar a favor o en contra de las medicinas pues hay vacunas imprescindibles, otras innecesarias, y hay dudas en algunas, pero en cualquier caso pueden ser inútiles e incluso dañinas en determinadas personas y beneficiosos en otras.

Las vacunas han salvado millones de vidas y todavía lo hacen, las actuales evitan 70 muertes por cada 1 que provocan. Una gran parte son buenas, pero es un error aceptar “sin rechistar” todas

las vacunas propuestas, por lo que no se puede tildar de antivacunas cualquier crítica sobre una vacuna determinada. Las imprescindibles suelen ser las que comparten todos los países y deberían de administrarse con consentimiento informado, algo que desaparece con la obligatoriedad de la vacunación.

La Viruela es contagiosa en extremo y su vacuna fue la primera que se utilizó y es una de las más eficaces (causa solo 1 muerto por cada 1.000.000 dosis). La viruela ha matado a 1/3 de la población

mundial (500 millones de personas) en los 100 años anteriores a su erradicación en 1980 y su vacuna ha sido uno los mayores éxitos de la medicina, aunque desde hacía siglos en Asia y Oriente Medio se inoculaba a los niños una forma leve de la enfermedad para hacerlos inmunes.

«The Lancet» publicó en 1998 un artículo con la tesis de que la vacuna Triple Vírica (sarampión, paperas y rubéola) podía causar autismo, lo que produjo un descenso de la vacunación y brotes de sarampión en el mundo, siendo uno de los principales argumentos de los movimientos antivacunas. La revista rectificó en 2010 y consideró el artículo “totalmente falso”. La vacuna contra el Sarampión debería ponérsela todo el mundo, sin embargo, hay demasiadas dudas sobre los daños y beneficios de la vacuna contra el Papilomavirus Humano.

Para prevenir 1 caso de Gripe es necesario vacunar a 71 adultos sanos. Muchos profesionales sanitarios se niegan a poner la vacuna antigripal, pues no protege a la mayoría de las personas de las complicaciones graves y debilita su respuesta inmunitaria a vacunas posteriores. Es una temeridad la vacunación anual de por vida.

Además, la vacuna no reduce los ingresos hospitalarios ni las bajas laborales.

De las vacunas del Covid-19 no conocemos los daños a largo plazo porque se han aprobado solo para casos de emergencia, con el fraude habitual de no considerar un grupo sin tratar (placebo). En los niños el coronavirus no es peor que una gripe y si no vacunamos a los niños contra la gripe tampoco debemos hacerlo contra el coronavirus, que con el tiempo quedará incorporado en la población como una gripe más.

La salud está en manos de uno de sus peores enemigos: los intereses económicos de la industria Farmacéutica. La OMS recibe de Bill Gates el doble de fondos de los que recibe de sus estados miembros y sus recomendaciones sobre vacunación se basan en estudios patrocinados por las farmacéuticas, de las que dependen la mayoría de las revistas médicas. Hay gobiernos que ofrecen a los fabricantes de vacunas una indemnización que cubra las demandas de los pacientes por los posibles daños ocasionados, lo que aumenta el riesgo de que se comercialicen vacunas nocivas y eso crea dudas en las personas a la hora de vacunarse.

* Texto entresacado del libro: «Vacunas: cura y veneno» del biólogo danés Peter C. Gøtzsche. Escrito en abril 2020. Editado en enero 2021 por Capitán Swing.

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