Corazón y cerebro
La comunicación entre el corazón y el cerebro es un campo en la neurociencia que ha ganado atención en los últimos años y ha transformado la percepción de cómo se relacionan nuestras emociones y pensamientos con el cuerpo. Históricamente, el corazón se consideraba central en la mente y las emociones, como en la cultura egipcia, pero con la era mecanicista y la influencia de Descartes, se redujo a una «bomba» circulatoria. Sin embargo, los últimos descubrimientos han revalorizado el papel del corazón en la cognición y la percepción.
Uno de los hallazgos más importantes es la variabilidad cardíaca, que refleja la capacidad del corazón para adaptar su ritmo en respuesta a emociones y pensamientos. Esta variabilidad está vinculada con funciones cognitivas superiores, como la memoria y la atención, y su aumento se asocia con una mejor regulación emocional. Los meditadores expertos, por ejemplo, tienden a mostrar una alta variabilidad cardíaca, indicando un equilibrio emocional y cognitivo robusto.
El descubrimiento de los potenciales evocados por el corazón (HER) es un avance reciente y fascinante en la neurociencia, que amplía nuestra comprensión de la comunicación entre el corazón y el cerebro. El HER se refiere a la forma en que la actividad neuronal en el cerebro se ve influenciada por los latidos del corazón. Esto significa que el cerebro responde de manera específica y medible a cada latido, alterando la actividad eléctrica de las neuronas unos 200 milisegundos después de que el corazón emite un pulso.
Este proceso implica que el campo electromagnético generado por el corazón interactúa con el cerebro, contribuyendo a la modulación de la actividad neuronal. Esta comunicación es importante para entender cómo percibimos e interpretamos el entorno, ya que los HER sugieren que la sincronización entre el ritmo cardíaco y la actividad cerebral es esencial para la percepción y la conciencia. Estos hallazgos indican que la función del corazón va más allá de la circulación sanguínea y destaca su papel activo en la cognición y la percepción, abriendo nuevas líneas de investigación sobre cómo emociones y estados físicos afectan el procesamiento mental.
Este descubrimiento subraya la importancia de la coherencia entre el corazón y el cerebro, ya que las respuestas del cerebro a los latidos del corazón pueden influir en la calidad de nuestra percepción, nuestra atención y nuestra respuesta emocional.
Un punto clave en la conexión cerebro-corazón es el nervio vago, que facilita la comunicación eléctrica entre ambos. El descubrimiento de los potenciales evocados por el corazón (HER) muestra que el cerebro responde a los latidos del corazón, afectando la actividad neuronal unos 200 milisegundos después del pulso. Este hallazgo implica que la percepción del mundo exterior se ve influenciada por la sincronización entre el latido cardíaco y la respuesta cerebral.
La investigación ha demostrado que el corazón proyecta información a regiones emocionales del cerebro, como la amígdala, que regula emociones como el miedo y la ansiedad, y a regiones racionales como el córtex prefrontal, implicado en la toma de decisiones y la regulación de la atención. Este puente entre lo emocional y lo racional sugiere que las emociones y la razón no son procesos tan distintos como se pensaba, sino que están integrados y mediados por la interacción corazón-cerebro.
Estudios como el realizado en un monasterio tibetano y publicado en Cerebral Cortex revelaron que, durante la meditación profunda, la comunicación entre el corazón y el cerebro disminuye. En estas circunstancias, el corazón parece ayudar a reducir la actividad cerebral, sugiriendo que podría actuar como un modulador del estado mental para promover la calma y el silencio interior.
Este conjunto de investigaciones subraya la importancia de considerar el corazón no solo como un órgano que bombea sangre, sino como un participante activo en nuestra cognición y percepción, influyendo en cómo interpretamos el mundo y cómo nos experimentamos a nosotros mismos.