Bienestar

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La evasión de uno mismo y el bienestar de estar presente

Vivimos en un mundo donde la distracción es la norma. En cuanto tenemos un momento de silencio, buscamos llenarlo: revisamos el móvil, encendemos la televisión, hacemos listas mentales de tareas pendientes. Según estudios de la Universidad de Harvard, la mayoría de las personas prefieren hacer cualquier actividad, por mundana que sea, antes que quedarse a solas con sus pensamientos. Sorprendentemente, algunos incluso eligen experimentar dolor físico antes que enfrentar el vacío de la introspección.

¿Por qué sucede esto? La respuesta se encuentra en la forma en que funciona nuestro cerebro y en una de sus estructuras más intrigantes: la red neuronal por defecto.

El cerebro en piloto automático

Cuando no estamos enfocados en una tarea concreta, nuestra mente no descansa, sino que entra en lo que los neurocientíficos llaman red neuronal por defecto (RND). Este sistema se activa cuando nuestra atención no está comprometida con el presente y nos lleva a divagar entre pensamientos sobre el pasado, el futuro o nuestras preocupaciones.

El problema es que este estado automático está relacionado con mayores niveles de insatisfacción y estrés. De hecho, la investigación muestra que cuanto más tiempo pasamos en este modo, menos felices nos sentimos. Esto se debe a que la mente, en su tendencia a divagar, suele enfocarse en problemas, ansiedades o juicios internos, generando una espiral de malestar psicológico.

El miedo a estar con uno mismo

El físico y filósofo Blaise Pascal ya advertía en el siglo XVII: “Toda la desgracia de los hombres proviene de una sola cosa: no saber quedarse tranquilos en una habitación.” En otras palabras, huimos de nosotros mismos porque nos incomoda enfrentarnos a lo que hay dentro.

Esta incomodidad puede venir de patrones emocionales no resueltos, de una identidad construida en base a la distracción o del simple desconocimiento de lo que significa estar realmente presentes. En una sociedad que nos empuja a la productividad y al ruido constante, la quietud se siente incómoda, cuando en realidad es un portal hacia el bienestar.

Familiarizarse con el Ser: La clave del bienestar

Si bien la mente en piloto automático nos arrastra hacia la insatisfacción, existe una alternativa: entrenar la atención y conectar con el momento presente. La neurociencia ha demostrado que la meditación y la práctica de la conciencia plena modifican el funcionamiento del cerebro, reduciendo la actividad de la red neuronal por defecto y fortaleciendo áreas como la corteza cingulada anterior y la ínsula, que nos permiten tomar conciencia de nosotros mismos.

Cuando aprendemos a estar con nosotros mismos, sin distracciones y con una actitud de observación consciente, experimentamos un profundo sentido de paz. Ya no somos esclavos de los pensamientos automáticos, sino que nos convertimos en observadores de nuestra propia mente. Este estado no solo mejora nuestra claridad mental y nuestra regulación emocional, sino que también fortalece la conexión con nuestro ser más profundo.

Conclusión: De la evasión al encuentro interior

Huir de uno mismo es fácil. Basta con encender una pantalla, sumergirse en redes sociales o llenar la agenda de actividades. Pero a largo plazo, este hábito nos aleja del bienestar real. En cambio, aprender a habitar el presente, a familiarizarnos con el Ser y a observar nuestra mente sin juicio nos proporciona una sensación de plenitud y equilibrio inigualables.

El reto no está en hacer más, sino en ser más conscientes. Y eso, como cualquier otro hábito, se entrena.

Entre el hacer y el ser: El equilibrio de la consciencia

En nuestra vida cotidiana, oscilamos constantemente entre dos estados de consciencia: el hacer y el ser. La sociedad actual nos empuja hacia el hacer, midiendo nuestro valor por la productividad, la eficiencia y los logros alcanzados. Sin embargo, la neurociencia y las tradiciones contemplativas coinciden en que encontrar un equilibrio con el estado del ser es clave para el bienestar.

Pero, ¿qué significa realmente esta dualidad? ¿Por qué es tan difícil salir del hacer y permitirnos simplemente ser?

El modo hacer: Una mente orientada a la acción

El modo hacer es el estado en el que operamos la mayor parte del tiempo. Se activa cuando realizamos tareas, resolvemos problemas o nos enfocamos en objetivos concretos. Es un estado indispensable para la vida cotidiana, pero cuando se vuelve predominante, puede generar agotamiento, estrés y desconexión con nosotros mismos.

Desde la neurociencia, el modo hacer está relacionado con la actividad de la corteza prefrontal, la región del cerebro encargada de la planificación, la toma de decisiones y la resolución de problemas. También está vinculado con la red ejecutiva central, que nos permite gestionar múltiples tareas y mantenernos enfocados en nuestras responsabilidades.

El problema surge cuando la mente queda atrapada en este modo sin descanso. La hiperactividad mental y la constante búsqueda de resultados nos alejan del presente, generando una sensación de insatisfacción continua. En este estado, la vida se convierte en una lista interminable de cosas por hacer, sin espacio para la contemplación o la conexión con el propio ser.

El modo ser: La consciencia plena del momento presente

El modo ser, en contraste, es un estado de presencia en el que no buscamos alcanzar nada ni resolver problemas. Simplemente estamos, observando la experiencia sin necesidad de modificarla. Es el estado de la meditación, la introspección y la conexión con lo que realmente somos.

La neurociencia ha identificado que el modo ser se activa cuando logramos salir del piloto automático y llevamos la atención al presente. En este estado, la red neuronal por defecto, que suele estar hiperactiva en el modo hacer, se regula y disminuye su actividad. En su lugar, la corteza cingulada anterior y la ínsula, encargadas de la autoconciencia y la regulación emocional, toman protagonismo.

Estar en el modo ser no significa abandonar nuestras responsabilidades, sino aprender a habitarlas con una actitud más consciente. Es la diferencia entre hacer algo con atención plena o hacerlo de manera automática. Cuando cultivamos el modo ser, incluso las actividades cotidianas se transforman en una experiencia más rica y significativa.

El equilibrio entre hacer y ser

Vivir únicamente en el hacer nos desgasta; vivir solo en el ser nos desconecta de la realidad práctica. La clave está en encontrar un equilibrio dinámico entre ambos estados.

  1. Integrar la atención plena en el hacer
    No se trata de dejar de actuar, sino de hacerlo con consciencia. Estar presentes mientras realizamos una tarea nos ayuda a reducir el estrés y a mejorar la calidad de nuestra experiencia.
  2. Dedicar tiempo al ser
    Practicar la meditación, el silencio o simplemente permitirse momentos sin hacer nada es fundamental para nutrir la conexión con uno mismo.
  3. Observar la mente sin identificarse con ella
    Cuando nos damos cuenta de que estamos atrapados en el hacer, podemos dar un paso atrás y observar nuestro estado mental sin juzgarlo. Este simple acto de consciencia nos permite recuperar el equilibrio.
  4. Conectar con el cuerpo y la respiración
    El cuerpo es un gran aliado para volver al ser. Respirar conscientemente, movernos con atención o simplemente sentir la presencia corporal nos ayuda a salir del modo automático.

Conclusión: Volver a casa en uno mismo

La consciencia oscila entre el hacer y el ser, y en esa oscilación se encuentra el arte de vivir. El reto no es eliminar el hacer ni sumergirse únicamente en el ser, sino aprender a moverse entre ambos estados con fluidez y sabiduría.

Cuando logramos este equilibrio, dejamos de vivir impulsados por la inercia y comenzamos a habitar cada momento con mayor presencia. Así, el hacer deja de ser una obligación y se convierte en una expresión consciente del ser.